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Sobre el Amor y la Traición

Primera parte

La llegada de la noche  trajo el final de una triste ceremonia de despedida. Se oía el traqueteo de los carruajes contra el empedrado de la calle que llevaba al palacete. Frente a la fachada se iban apagando los relinchos de los caballos y las animadas conversaciones. Tras cerrarse la robusta verja de la entrada,  el chirrido de los candados fue el último sonido que se escuchó en la oscuridad que empezaba a caer. Se apagaron todas las luces, primero las de las avenidas del parque, después, las más cercanas al palacete, las de la entrada y las del portón central, con sus macizas puertas de roble. Finalmente, se hizo el más absoluto de los silencios.

Primera parte
El comienzo del septiembre estaba siendo maravilloso. Nada indicaba que el otoño no tardaría en llegar. El sol calentaba como en pleno verano y las cimas de las montañas parecían vanagloriarse sobre el fondo del cielo azul.
Una vegetación de un verde todavía muy vivo cubría los pastos, las laderas y los prados del valle de Kłodzko.
En el grupo había doce personas. Todos eran estudiantes de Cracovia. No querían desperdiciar las últimas semanas antes del comienzo del curso académico. La ruta por los bares y las discotecas, se la dejaban a otros.

–¿Estás dormido? –le preguntó, aunque estaba segura de que sí.
–Estaba dormido… ¿qué te pasa? –le oyó decir tras un largo momento.
–Si quieres, te cuento mi sueño.
–¿Y no puedes contármelo mañana? –Adam entreabrió los párpados con dificultad. A los ojos le llegó el haz de luz de una farola a través de la cortina ligeramente descorrida.
–No, tengo que hacerlo ahora para que no se me olvide… –dijo ella lentamente, con una insistencia palpable.
–De acuerdo, cuéntamelo, pero no te enrolles, por favor. Mañana tengo que levantarme antes de lo normal.
¿Qué se le ha pasado por la cabeza?, pensó él. Todo el tiempo está diciendo que está cansada. Y lo parece. Últimamente cae rendida como un tronco por lo que mantenemos cada vez menos relaciones.

Una historia parisiense

Primera parte
Iba por la calle en dirección al centro cuando le sonó el móvil. Era Luc Berton. Se paró
y cogió la llamada, a pesar de las conversaciones de fondo, del ruido de la calle y del zumbido
de motores. El barullo se veía potenciado por los conductores atascados en la calle que
peleaban por hacerse un hueco en la carretera con el claxon.

Richard llevaba sentado allí desde hacía casi una hora. Desde que Sophie se había ido, no sabía qué hacer. Cuando la ayudaba, por lo menos se sentía útil. No quería pasar otro año metido en casa, recordando la trágica muerte de Françoise. El accidente se la había llevado tan de repente; todavía no lo había superado. Había ido para un fin de semana a Burdeos, no era la primera vez que estaba aquí. Venían a veces con Françoise y pasaban por ese bar.