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Trafalgar

Primera parte

La llegada de la noche  trajo el final de una triste ceremonia de despedida. Se oía el traqueteo de los carruajes contra el empedrado de la calle que llevaba al palacete. Frente a la fachada se iban apagando los relinchos de los caballos y las animadas conversaciones. Tras cerrarse la robusta verja de la entrada,  el chirrido de los candados fue el último sonido que se escuchó en la oscuridad que empezaba a caer. Se apagaron todas las luces, primero las de las avenidas del parque, después, las más cercanas al palacete, las de la entrada y las del portón central, con sus macizas puertas de roble. Finalmente, se hizo el más absoluto de los silencios.