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confidencias

–¿Estás dormido? –le preguntó, aunque estaba segura de que sí.
–Estaba dormido… ¿qué te pasa? –le oyó decir tras un largo momento.
–Si quieres, te cuento mi sueño.
–¿Y no puedes contármelo mañana? –Adam entreabrió los párpados con dificultad. A los ojos le llegó el haz de luz de una farola a través de la cortina ligeramente descorrida.
–No, tengo que hacerlo ahora para que no se me olvide… –dijo ella lentamente, con una insistencia palpable.
–De acuerdo, cuéntamelo, pero no te enrolles, por favor. Mañana tengo que levantarme antes de lo normal.
¿Qué se le ha pasado por la cabeza?, pensó él. Todo el tiempo está diciendo que está cansada. Y lo parece. Últimamente cae rendida como un tronco por lo que mantenemos cada vez menos relaciones.