Primera parte
–Mamá, ¿cuándo viene papá?
–Marcysia, papá está muy, muy lejos. También me gustaría que estuviera con nosotras.
–Pero, mami, dentro de dos días es Nochebuena, ¡papá siempre entregaba los regalos de Papá Noel1!
–Duerme, por favor, ya es tarde y mañana tenemos un montón de trabajo. ¿Me ayudarás a decorar el árbol de Navidad?
–Sí, te ayudo, pero ¿sabes qué?
–¿Qué es lo que quieres decirme?
–¡Tenemos que cortar las ramas más grandes para que quepa el saco con los regalos!
–Vale, las cortaremos, pero duerme ya. ¿Quieres dormir con el elefantito?
–No, pásame al burro, este pequeño del belén. Todavía no he dormido con él.
–Está bien. Aquí tienes el burrito y duerme tranquilamente.
Marcysia cogió el burrito y lo abrazó mientras le advertía: si te portas bien, mañana podremos jugar. Se durmió casi al momento, por lo que Matylda apagó la lámpara y salió del cuarto. Las ráfagas de lluvia golpeaban la ventana. Desde hacía un par de días el tiempo intensificaba su desánimo y su resignación. Se sentía impotente y abandonada. Los padres de Maciek la llamaban todos los días desde Giżycko esperando que les diera alguna noticia y preguntaban siempre por Marcysia.
Matylda entendía que, hacia ella, hasta hacía poco su adorada nuera, sintieran rencor. Están buscando a un culpable, pensó. No se pueden explicar la desaparición de su hijo, así que ¿quién, si no ella, su mujer, puede ser la causa de todo ello?
¿Estaba con él y no se había dado cuenta de nada?, estaba segura de que la acusaban porque era lo más fácil. Apenas sabían nada sobre el difícil trabajo de su hijo. Estaba convencida de que no se atrevían a pensar acerca de un posible secuestro, ni mucho menos en la posible muerte de su único hijo.
Matylda se preparó un té y se sentó en el sillón. La lámpara emitía una luz tenue y verde. El color de la esperanza, pensó. Pero ella iba perdiendo fe con cada día que pasaba. Era consciente de que Maciek había desaparecido hacía ya hasta casi tres meses. Estaba convencida de que si estuviera vivo y en libertad, le mandaría alguna señal.
No sabía cómo responder a varias preguntas: ¿qué había hecho mal? ¿qué le había puesto en su contra? ¿qué había ido mal entre ellos? No podía encontrar una explicación lógica. Estaba segura de que Maciek las quería a ella y a Marcysia. Cumplía con su papel de marido y de padre de manera impecable. Nunca había buscado a otras mujeres, una infidelidad repentina le parecía poco probable.
Había considerado una equivocación o una broma de mal gusto las palabras que le había enviado por SMS. “Mati, nos separamos”, y después, silencio. Su teléfono había dejado de dar señal y los intentos de comunicarse con él, incluso por WhatsApp, habían fallado. Todo rastro de su actividad había desaparecido, y no era posible localizar su número de teléfono. Como si el dueño del smartphone hubiera desaparecido del mapa.
Matylda sabía poco del trabajo de Maciek y por eso, un conflicto profesional como causa de su desaparición era para ella pura especulación.
Sabía que la ausencia de Maciek en Nochebuena iba a ser dura para Marcysia. Era una fan incondicional de su padre.
¿Qué le voy a decir?, pensaba. No puede esperar eternamente que su padre vuelva de viaje de trabajo. La policía no dice nada. Parece que trabajan en ello, ya que están investigando su desaparición pero, teniendo en cuenta los resultados, hacen poco. Al final del túnel oscuro no veía ninguna luz.
Si había sido una desaparición premeditada, presionar a la policía no tenía sentido. ¿Y si hubiera sufrido una amnesia total? Pero tendría que estar en algún lado, alguien tendría que haberlo visto, pensaba para sí. Volvía a recordar el desayuno que habían tomado juntos el día en el que Maciek había desaparecido. Se había despedido afectuosamente de Marcysia y también de ella. Matylda había tenido la impresión de que estaba pensativo, como ausente. Quizá tenía problemas que no había mencionado. Había cogido su cartera y se había marchado en coche al trabajo, en la calle Pańska, a las ocho, como todos los días. Por norma, no se llevaba trabajo a casa.