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el amor

Primera parte

La llegada de la noche  trajo el final de una triste ceremonia de despedida. Se oía el traqueteo de los carruajes contra el empedrado de la calle que llevaba al palacete. Frente a la fachada se iban apagando los relinchos de los caballos y las animadas conversaciones. Tras cerrarse la robusta verja de la entrada,  el chirrido de los candados fue el último sonido que se escuchó en la oscuridad que empezaba a caer. Se apagaron todas las luces, primero las de las avenidas del parque, después, las más cercanas al palacete, las de la entrada y las del portón central, con sus macizas puertas de roble. Finalmente, se hizo el más absoluto de los silencios.

–¿Estás dormido? –le preguntó, aunque estaba segura de que sí.
–Estaba dormido… ¿qué te pasa? –le oyó decir tras un largo momento.
–Si quieres, te cuento mi sueño.
–¿Y no puedes contármelo mañana? –Adam entreabrió los párpados con dificultad. A los ojos le llegó el haz de luz de una farola a través de la cortina ligeramente descorrida.
–No, tengo que hacerlo ahora para que no se me olvide… –dijo ella lentamente, con una insistencia palpable.
–De acuerdo, cuéntamelo, pero no te enrolles, por favor. Mañana tengo que levantarme antes de lo normal.
¿Qué se le ha pasado por la cabeza?, pensó él. Todo el tiempo está diciendo que está cansada. Y lo parece. Últimamente cae rendida como un tronco por lo que mantenemos cada vez menos relaciones.